jueves, 29 de marzo de 2007


El 42 por ciento del territorio italiano sufre procesos de degradación del suelo.
La erosión del suelo y la pérdida de productividad que se registra en cinco regiones, de las 21 que componen la península, muestran que el problema de la desertificación plantea desafíos tanto a las naciones desarrolladas del norte, como a las del hemisferio sur.
Por Alejandro San MartínLos procesos de desertificación no tienen límites geográficos ni económicos y tanto puede afectar a los países ricos del norte, como a las naciones no desarrolladas del sur. Ejemplo de ello es Italia, en donde cinco de sus 21 regiones, sufren erosión del suelo y pérdida de productividad, es decir, el 42 por ciento del territorio.En representación de las Organizaciones No Gubernamentales de la península, Arturo Parolini y Gabriella Rossi Crespi, de “Recerca e Investigazione”, participan de la Quinta Sesión de Exámen de Aplicación de la Convención de Lucha contra la Desertificación (CRIC 5), que se realiza en Buenos Aires.“Estamos aquí en nombre de más de 160 organizaciones italianas, porque somos la ONG que oficialmente se ocupa del tema de desertificación en nuestro país”, explicó Parolini en un perfecto castellano fruto de sus cuatro años vividos en Viedma, cuando acompañó a su padre en un trabajo para la FAO.Parolini describió una situación que se repite en toda la costa del Mediterráneo, afectando a países como Túnez, Argelia, Marruecos, Egipto y Libia, en su margen sur y España, Francia y Grecia, en la margen norte de ese mítico mar.“La situación a nivel mundial es de gran preocupación sobre los procesos de desertificación y sin embargo, a diferencia de las otras dos grandes convenciones ambientales internacionales, como cambio climático y biodiversidad, ésta tiene muy poca atención desde el punto de vista del financiamiento internacional”, precisó.Tanto las ONGs como muchos de los representantes de los gobiernos que adhirieron a la Convención de Desertificación coinciden en el argumento de vincular ambos procesos“Nosotros consideramos que el tema de la desertificación es el que alimenta los otros dos. Adonde hay desertificación hay disminución de biodiversidad y hay cambios climáticos, claro no es absolutamente automático, pero yo creo que influye en un 80 por ciento”, señaló Parolini.Según los representantes de la sociedad civil, el ciudadano común evalúa con mayor inmediatez el problema del cambio climático, en cambio el proceso de desertificación es mucho más lento, lo que conjura contra la toma de conciencia de ese problema.En cuanto al rol que la Convención otorga a las organizaciones civiles, Parolini señaló que no hay un puesto central en la toma de decisiones. “Reclamamos nuestro derecho a participar más activamente, con un rol más protagónico, porque somos quienes trabajamos en el terreno, tenemos experiencias, conocimientos y prácticas reales para luchar contra el problema”, destacó.En tal sentido, reclamó un cambio desde el punto de vista institucional de la Convención, con el objetivo de lograr la participación activa de las más de 700 ONGs de todo le mundo que trabajan en el tema“Estamos de acuerdo en que tendríamos que tener un rol protagónico adentro del grupo de los expertos o de los científicos que están trabajando en eso, y ahí también nos sentimos muy marginales”, reconoció el especialista.El nuevo gobierno italiano a tenido una respuesta política muy importante y fuerte en cuanto a la desertificación. Pese a tener menos de un año de vida, ha creado un observatorio permanente para el monitoreo exhaustivo de la situación de la degradación del suelo fronteras adentro.Además, desde la firma del protocolo de Kyoto sobre gases de efecto invernadero, Italia ha mostrado una gran preocupación en el cumplimiento de los parámetros del documento, lo que se traduce en una serie de acciones internas y externas, con el fin de procurarse todos los créditos de carbono que tiene como compromiso internacional.

Mil quinientos millones de personas son víctimas de la desertificación.
Sufren hambrunas, migraciones en masa y pérdidas millonarias en sus economías, según datos suministrados por la Secretaría de la Convención de las Naciones que lucha contra ese flagelo. El sobrecultivo, la deforestación y el pastoreo excesivo están entre las causas del problema
Por Alejandro San MartínMás de 250 millones de personas en todo el mundo son víctimas del proceso de desertificación de los suelos, mientras que otras mil millones se encuentran bajo amenaza directa, según datos suministrados por la Secretaría de la Convención de las Naciones Unidas que lucha contra ese fenómeno.La superficie fértil de la tierra, el manto vegetal y los cultivos sanos son los primeros “heridos graves” de la degradación de los suelos, lo que trae como consecuencia la escasez de agua y alimento generando grandes hambrunas, migraciones en masa y pérdidas económicas millonarias.Con el objetivo de monitorear los planes nacionales para luchar contra este flagelo, se encuentran reunidos en Buenos Aires representantes de los 191 países que suscribieron la Convención de las Naciones Unidas en la Lucha contra la Desertificación.Estos programas, que son el principio motor de la Convención, abordan a nivel nacional las causas fundamentales de la desertificación y la sequía y determinan las medidas que será necesario adoptar para impedir que ocurra e invertir la tendencia.De acuerdo a la información suministrada por el organismo internacional, en el marco de la Quinta Reunión del Comité de Examen de Aplicación de la Convención (CRIC 5), que se realiza desde hoy hasta el 21 de marzo en Buenos Aires, en los últimos dos decenios el problema de degradación de las tierras en las regiones de tierras secas se ha ido incrementando.En la actualidad, las tierras secas de todos los continentes se han degradado como consecuencia del sobrecultivo, el pastoreo excesivo, la deforestación y las prácticas inadecuadas de riego, explotación excesiva que obedece a causas económicas y sociales, ignorancia, guerra y sequías.Como consecuencia de este proceso, el 70 por ciento de las tierras secas de todo el mundo, con excepción de los desiertos hiperáridos, están degradadas, lo que representa un total de 3.600 millones de hectáreas.A los graves problemas sociales que se generan como consecuencia de este deterioro, se agregan las pérdidas económicas, que aunque pocos datos concretos dilucidan esta cuestión, se calcula en el orden de los 42 mil millones de dólares, de acuerdo a cifras manejadas por el Banco Mundial.Asimismo, los costos económicos y sociales que repercuten fuera de las regiones afectadas, incluidas las corrientes de “refugiados ambientales” y la pérdida en la producción nacional de alimentos, pueden ser mucho mayores.La delegación argentina ante la CRIC 5 impulsará vincular el fenómeno de la desertificación con el del cambio climático, un poco la “vedette” de estos encuentros internacionales sobre medio ambiente, tanto por su exposición mediática como por su financiamiento económico.“No hay duda que para nosotros es claro que tenemos que profundizar la unión y la relación entre el tema de la desertificación y cambio climático; el tema desertificación y lucha contra la pobreza; y desertificación y pérdida de patrimonio natural, es decir, de biodiversidad del país”, dijo el subsecretario de Ambiente y Desarrollo Sustentable, Miguel Pellerano.En tal sentido, el funcionario destacó el proyecto de reforestación con especies nativas que se está desarrollando en Santiago del Estero, en el marco del Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), una herramienta del Protocolo de Kyoto sobre Cambio Climático.Considerado por el momento el “pariente pobre” de los tratados internacionales de medio ambiente, la Convención de Lucha contra la Desertificación sufre la carencia de financiamiento internacional, a diferencia de otros convenios como el de Diversidad Biológica.Ante esta situación, el secretario ejecutivo de la Convención, Hama Arba Diallo, reclamó a los países desarrollados que “sean generosos” y que de “forma conjunta” ayuden a resolver el problema que en definitiva, “afecta a todos”.

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